Ayer en LA REPÚBLICA, Renato Cisneros tuvo la inmensa generosidad de dedicar su columna a mi novela AUSTIN, TEXAS 1979 (dedicar una columna importante como la suya a una novela, y mucho más a una novela publicada en una editorial independiente, es casi tan infrecuente como gratificante). Cisneros ha escrito sobre mi novela un texto lúcido y muy inteligente, que ha sabido captar a la perfección cuál es la complejidad que existe detrás de historias que pueden parecer tan sencillas. Por esa razón, me alegra especialmente que no haya intentado vincular mi novela con otras obras literarias, sino directamente con situaciones que se nos presentan durante la vida cotidiana. Es exactamente ese (que la literatura ilumine un aspecto de la vida) lo que me parece tendría que ser siempre el horizonte de la escritura. Copio aquí el párrafo final de la columna, donde esta idea cristaliza en un par de firmes pinceladas, y debajo incluyo el link:
"Austin, Texas 1979 examina esas relaciones endebles en las que uno a veces deposita demasiada fe; relaciones que se agotan, no por falta de afecto, sino porque la vida también tiene una dimensión de la fatalidad que no se contempla; un plano gris en el que las cosas, por muy impecablemente planeadas que estén, simplemente no funcionan, o se desploman a partir de sucesos que no nos es dado controlar. “No entendía cómo podía abrirse una grieta tan fácilmente en una vida consolidada, en una vida que me había costado tanto enrumbar” (Pág. 113), dice el padre de Pablo, mientras comen hamburguesas. Una reflexión que a mi parecer sintetiza la advertencia que encierra esta novela: todas las vidas, todas, siempre están a punto de estropearse".
"Austin, Texas 1979 examina esas relaciones endebles en las que uno a veces deposita demasiada fe; relaciones que se agotan, no por falta de afecto, sino porque la vida también tiene una dimensión de la fatalidad que no se contempla; un plano gris en el que las cosas, por muy impecablemente planeadas que estén, simplemente no funcionan, o se desploman a partir de sucesos que no nos es dado controlar. “No entendía cómo podía abrirse una grieta tan fácilmente en una vida consolidada, en una vida que me había costado tanto enrumbar” (Pág. 113), dice el padre de Pablo, mientras comen hamburguesas. Una reflexión que a mi parecer sintetiza la advertencia que encierra esta novela: todas las vidas, todas, siempre están a punto de estropearse".
